La excusa de que no se concretara una película de Indiana Jones en tantos años fue, según las palabras de su productor y creador George Lucas, la falta de un McGuffin digno de crear una aventura a su alrededor. Aunque George Lucas peca de parecer y comportarse como un colmadero banilejo, con esos signos de $$ tan visibles en cada ojo, generalmente justifica sus acciones [incluyendo todas sus malas decisiones con la nueva trilogía de Star Wars] como "decisiones artísticas."
Los más iniciados me imagino que ya sabrán lo que es un McGuffin, que no es más que el nombre que Alfred Hitchcock daba a aquel objeto que todos los protagonistas de una historia persiguen. Su importancia radica no en su valor como objeto, sino que el deseo de todos los personajes por el mismo y lo que están dispuestos a hacer por conseguirlo es el combustible que hace avanzar la trama.
En Raiders of the Lost Ark el McGuffin era el Arca de la Alianza, en The Temple of Doom eran la Piedras de Sankara, en The Last Crusade era el Santo Grial. Ahora el McGuffin, ese que Lucas esperó por años, son las míticas calaveras de Cristal, que alegadamente utilizaban las civilizaciones precolombinas para comunicarse con seres de otras dimensiones.
Pero al parecer Lucas y Spielberg olvidaron otra máxima de Hitchcock más importante aún que el McGuffin - El espectador no debe cuestionar la lógica de lo que está viendo mientras sucede. A esos momentos Hitchcock los llamaba "Fridge Moments", porque la audiencia se mantiene tan envuelta en la historia, que los obvia o simplemente ni los reconoce y juzga su improbabilidad mucho después de haber visto la película, mientras abre el refrigerador para buscar alguna merienda. Por más fantasiosa que sea cualquier historia, la misma siempre debe seguir una lógica interna.
Un maestro visual como Hitchcock, al que Spielberg rinde pleitesía públicamente cada vez que tiene la oportunidad, sabía que la audiencia no se engatuzaba sólo con imágenes llamativas. En sus películas más logradas como Notorious o Vertigo siempre había un sólido guión detrás.
Irónico que un guión que dejara satisfechos a Lucas, Spielberg y Harrison Ford era supuestamente la condición sinequanon para que los tres revisitaran el personaje de Indiana Jones, cuando el desvencijado mamotreto escrito por David Koepp es el mayor handicap de The Kingdom of the Crystal Skull, y ultimadamente es la causa de su fracaso.
Ni las magistrales labores técnicas de Janusz Kaminski y John Williams, ni la renovada presencia de Harrison Ford y Karen Allen y la nueva de Cate Blanchett, ni los intentos de Spielberg de crear un subtexto sobre el arte de envejecer y la vida en familia pueden salvar un mal guión. Creo que fue Billy Wilder que dijo que es virtualmente imposible hacer una buena película de un mal guión.
Indiana Jones y lo sobrenatural siempre han ido de la mano, pero la forma en que se había tratado en las entregas anteriores, quizás por la ingeniudad con que se hacía, permitía que las situaciones fueran verosímiles dentro su inversimilidad. Porque no olvidemos que en Raiders una caja mágica hacía que quienes vieran su contenido se derritieran, en Temple of Doom un hechicero sacaba los corazones a sus víctimas a mano pelada y en The Last Crusade Indy se enfrenta nada más y nada menos a un caballero templario que ha estado allí por 600 años.
En papel, esta nueva aventura estoy seguro se veía brillante. Por años se han tejido fascinantes conjeturas relacionando los increíbles avances tecnológicos y culturales de las civilizaciones precolombinas con seres extraterrestres, y quién mejor que el Doctor Henry "Indiana" Jones, arqueólogo y experto de las artes ocultas, para explorarlo.
Tomando en cuenta que las entregas anteriores de Indiana Jones eran especies de homenaje a los seriales de aventura de los 30 y 40, y de películas como Gunga Din de George Stevens, era lógico que al llevar a Indiana Jones a los 50 el homenaje fuera a las películas de ciencia ficción clase B sobre invasiones extraterrestres con la amenza roja comunista como trasfondo.
Hay un momento en particular absolutamente brillante, donde Spielberg muestra el enorme contraste entre una reliquia como el Dr. Jones y la "modernidad" de los 50, haciendo preguntar al espectador si alguien como él todavía importa o puede ser relevante. Lástima que ese momento sea tan breve y lo destruya segundos más tarde haciendo que el personaje sobreviva una explosión nuclear de la forma más ridícula imaginable.
Una de las características que más me gustaba de Indy era su vulnerabiliad. Tomen por ejemplo la escena en Raiders of the Lost Ark, luego de la brillante persecución tras el Arca, en la que Indy se queja del dolor mientras Marion cura sus heridas. Ahí entendemos que el Dr. Jones es un hombre valiente, no un superhéroe indestructible que sobrevive explosiones nucleares y múltiples caídas de enormes cataratas. Tampoco habían árboles de goma que ayudaban a caer cómodamente, ni monos computarizados, ni Tarzanes.
El peor error de una película de aventuras es aburrir, y cuando Kingdom of the Crystal Skull no está poniendo a su audiencia a dormir con su soporífera exposición sobre mitología llena de huecos argumentales, interrumpe esos momentos con escenas de acción derivativas que resultan repeticiones de las entregas anteriores, con el nuevo ingrediente de efectos computarizados hechos evidentemente a la carrera, idea sin duda de George Lucas, quien tiene un fetiche por la imagería digital que tan fuera de lugar queda en este universo.
Si los villanos antes buscaban poder indestructible o vida eterna, en la era de la cortina de hierro lo que se buscaba el conocimiento, o por lo menos eso era lo que perseguía la deliciosa Agente Irina Spalko.
Ojalá esa misma nube de conocimientos que sobrecoge a la Agente Spalko en la espantosa escena final hubiese llegado a Lucas y Spielberg, y hubieran entendido que ya era muy tarde para ablandar habichuelas. Que aunque es divertidísimo volver a vivir una nueva aventura con un personaje tan icónico y adorado como Indiana Jones, esta no era esa aventura.
Que hubiese sido mucho mejor para todos los involucrados y para el legado del personaje dejar well-enough alone.
La agente Spalko apunta a George Lucas y Steven Spielberg.