"I'm an agent of chaos."
No sé si sea demasiado pronto para llamar a Christopher Nolan un autor, pero si vemos su filmografía en conjunto hasta este punto, hay un tema en común –el principal requisito para ser considerado como tal– difícil de ignorar.
En Memento hay un hombre obsesionado con revivir una mentira que le dé sentido a su vida, en Insomnia hay un hombre obsesionado con resolver un crímen, en The Prestige hay un hombre obsesionado y dispuesto a todo con tal de ser mejor que su rival. El Batman de Nolan es otro hombre obsesionado, y como sucede a todos los demás héroes de su oeuvre, esa obsesión se ha convertido en su razón de ser.
Al ver The Dark Knight, las comparaciones que tanto se han hecho con Heat de Michael Mann son inevitables. Más que cualquier elemento del patrón de thriller policíaco, lo que creo que acerca más a las dos es el uso que Nolan ha dado en sus dos entregas de Batman de uno de los recursos emblemáticos de Mann - el gran protagonismo de sus locaciones.
Como los objetos inanimados con vida propia que describe John Ruskin en su teoría del Pathetic Fallacy, la cual Mann ha asumido como suya en todo su cine desde que creara Miami Vice, el Gotham City de Nolan es el verdadero protagonista de esta historia. Un ente viviente, un microcosmos cuya cadena alimentaria [criminales menores – mafia – policía corrupta – justicia] ha sido perturbada por un vigilante en la búsqueda de reestablecer el orden, dando como resultado aún más caos del que había antes.
The Dark Knight es una especie de maravilla casi indescriptible, es una brillante exploración de temas tan complejos como la justicia y el crímen y la responsabilidad social ante ellos, así como un thriller con tintes operáticos que obvia casi todos los convencionalismos de su género, trascendiendo sus orígenes, donde cada personaje tiene la oportunidad de brillar y contar su historia, donde todos deben enfrentarse a dilemas éticos, desde el ciudadano simple hasta el miembro más importante de las esferas de poder.
Si bien Superman y Spider-Man luchan en hechos aislados por la prevalencia del bien sobre el mal, nunca se han enfrentado [al menos en el cine] con una batalla tan terrible, y en la que nunca hay ganadores, como la de tratar de mantener el status quo frente al caos total. Nolan nos muestra a un héroe que se encuentra de frente no con un científico desquiciado ni con un megalómano con ansias de controlar el mundo, sino con una fuerza incontrolable que, como él mismo dice, sólo desea ver al mundo arder porque sí. El pesimismo del universo del Batman de Nolan no sólo se limita a la pérdida de poderes o problemas amorosos, sino a la creación de una atmósfera tan opresiva en la que no existe en ningún momento la seguridad de que todo saldrá bien, todo lo contrario.
Afortunadamente, Nolan no condona las prácticas reaccionarias de Batman, pero sí se queda pisando la línea de la ambigüedad, presentando que cuando se trata de pelear una guerra tan terrible, siempre habrá víctimas insalvables, y que para proteger a la colectividad se debe pagar un costo doloroso pero necesario. Sectores de la derecha norteamericana se han tomado elementos como ese más a pecho de la cuenta, y han tomado al personaje de Batman como una personificación de George Bush, el héroe incomprendido que durante los últimos años se ha visto obligado a utilizar prácticas cuestionables para "proteger" su nación de una gran amenaza, y en el camino ha quedado como el villano. Y si Batman es George Bush y Harvey Dent es el idealista Barack Obama, la ciudadanía aterrorizada de Gotham City es la misma sociedad norteamericana post-9/11, un reflejo de lo que sucede cuando se vive bajo la cultura del miedo.
Luego de una segunda revisión, lo que más me impresiona es cómo The Dark Knight, evitando a toda costa la fórmula del blockbuster/crowdpleaser veraniego, ha sido abrazado por las masas como tal. Un filme elegante y old-fashioned en su estructura, más interesado en sus momentos de exposición que en sus escenas de acción delirante [y un tanto confusas], que cosa rara en el género, es acción con propósito y consecuencias.
Mucho se ha hablado de Heath Ledger como el Joker, y al observarlo no se puede evitar sentir una gran nostalgia de ver un talento de tal magnitud ido a destiempo, poseído por última vez por el Brando Spirit. Su caracterización estudiada y profunda de un ser nihilista sin ninguna motivación, sólo la de convertirse en la representación misma del mal, es reveladora, impregnada de una volatilidad y carácter impredecible que no sólo me recuerda a Brando y su fisicalidad interpretativa como Stanley Kowalski en A Streetcar Named Desire, sino al diabólico Richard Widmark en esa obra maestra del cine negro Kiss of Death, y hasta a la misma Jessica Lange y sus arranques de locura en Frances.
El manejo visual que Nolan da al terror absoluto que el Joker desata, al igual que el nivel de tensión en cada momento que el personaje aparece en pantalla o cuando siquiera se menciona su nombre, es destacable. Por su actitud errática que oculta al estratega más preciso, siempre estamos a la espera de que algo más terrible que lo anterior ocurra en cualquier momento.
Como Anton Chigurh en No Country Ford Old Men, el Joker es una fuerza, un arquetipo. Esta visión del personaje, no es más que una simple máscara de locura y desenfreno, no necesita ningún tipo de trasfondo ni historia, su papel es empujar a Batman y a Harvey Dent al límite de sus fronteras morales, por eso me causaron tanta gracia sus intentos de explicar sus cicatrices y traducir sus motivaciones como consecuencia de algún trauma pasado como es el cliché acostumbrado en este tipo de historias.
En la escena donde vemos al personaje por primera vez, el empleado del banco dice al Joker que los criminales de antaño creían en algo. Lo que este no sabía es que el Joker es precisamente el criminal de antaño con un ideal llevado al paroxismo - “This city deserves a better class of criminal…and I’m going to give it to them.” Su intención es reducir a cada habitante de Gotham a su nivel, el que no esté a la altura de ese reto se va o muere. .
El universo Batmanezco de Nolan se reduce a la visión de una sociedad que a pesar de sus limitaciones busca desesperadamente creer en un ideal tan simple que las tribulaciones del día a día y la complejidad del mundo actual han convertido en una utopía.
El planteamiento de Nolan es interesantísimo, ¿qué es más importante, un héroe que hace lo que tiene que hacer sin importar el rechazo de la mayoría, o un símbolo de esperanza y cambio como Harvey Dent?, ¿cúal de los dos es más valioso preservar?
Lo que me queda de The Dark Knight es que personajes como Batman son necesarios, pero por circunstancias ajenas a ellos, terminan siendo parte del problema y no la solución. Porque la teoría de los Nolan parte de la idea de que si la sociedad se uniera por ese ideal en común, personajes como el Joker no existirían, ni vigilantes como Batman tendrían que surgir para combatirlos. Así como Catwoman y el Pingüino de Batman Returns de Burton surgen del lado vigilante nocturno y del freak sin padres de Batman, el Joker es una respuesta a la ruptura de una cadena necesaria para mantener el balance en una sociedad como Gotham City.
Contrario a la creencia tan extendida en las últimas semanas, The Dark Knight no es una obra maestra, los diálogos grandilocuentes que también plagaron a Batman Begins, sus problemas de elipsis y de lógica interna le pesan demasiado, pero que grandioso es encontrar cine que entretiene, emociona y nos obliga a hacernos preguntas.
Que venga la tercera.
Like a Dog Chasing Cars - Hans Zimmer/James Newton Howard