Día de muchísima lluvia.
Vengo de un país caribeño en el que el día más claro llueve, pero nunca había visto semejante clima bipolar como el de estos últimos dos días. Llueve, hace frío, muchísimo viento, la sombrilla que compro como acto de desesperación a un vendedor marroquí por 10 euros sale volando, el sol se asoma por diez minutos. Ese mismo escenario se repitió tres o cuatro veces ayer.
Una bellísima periodista polaca que estaba detrás de mí en la fila para la función de The Bling Ring amablemente me ayudó a recuperar la sombrilla la segunda vez que intentó salir volando. A partir de ahí empezamos a hablar de Heli y de cómo [y lo siguiente lo dijo sin un ápice de ironía, con toda la seriedad del mundo] le dieron ganas de ir a comerse un brownie flambé después de ver la escena más comentada de la película.
También hablamos de otro tema que está en la mente de muchos de los que cubrimos esto por primera vez: uno de los elementos que aportan a la mística de Cannes como EL showcase mundial del cine, es el hecho de que ciertas películas estén siendo vistas por público por primerísima vez. Cuánta presión. Ser el primero en ver una película esperada. Ser el primero en dar una opinión.
Esa presión mal manejada se convierte en el síndrome de FIRST! - uno de los peores males que puede sufrir un evento como este, en el que amén de tantísimas distracciones que gravitan a su alrededor, el cine y su apreciación son los elementos preponderantes. O por lo menos deberían serlo.
Ganarle a todos, y ser el primero en salir corriendo de sala [en ocasiones sin que la película haya terminado] a escribir la primera reseña o el primer tweet.
El tipo de cine que se presenta en Cannes es el que más sufre bajo estas circunstancias. ¿Cómo se puede escribir una crítica a los 5 minutos de haber visto una película, sin haber tenido la oportunidad de internalizarla, pensarla o hasta debatirla con otros?
La siguiente es exactamente el tipo de película que sufre con apreciaciones apresuradas --
The Bling Ring [Sofia Coppola, 2013] – Sección Un Certain Regard
El quinto largometraje de Sofia Coppola dio apertura a la sección paralela Un Certain Regard, creada en 1978 como una especie de respuesta vanguardista a la seriedad de la Sección Oficial, dando la oportunidad a talento joven o debutante de presentarse en Cannes.
En la rueda de prensa en la que a algunas periodistas chinas solo les faltó arrastrarse por el suelo para ver quién entraba primero, Coppola dijo que luego del minimalismo y la ~lentitud~ de Somewhere buscaba un proyecto hiperactivo y diferente.
Basándose en un artículo de Vanity Fair sobre hechos reales ocurridos en Los Angeles, en los que un grupo de adolescentes se dedicó a robar casas de famosos como Paris Hilton y Megan Fox, Coppola demuestra que aunque es ciertamente un proyecto más hiperactivo y flashy que Somewhere o Lost in Translation, no es demasiado diferente a lo que ya ha hecho, y es aquí donde se demuestra nueva vez que Coppola es ya una auteur probada. El auteur siempre vuelve al mismo pozo a tratar de buscar agua nueva.
Es fácil entender la atracción instantánea de Coppola hacia el tema, considerando que se alinea a la perfección con su fascinación por explorar el mundo del privilegio de los jóvenes aburridos/desencantados que lo habitan.
El auteur también por lo general aborda un tema moldeándolo a su estética, que ya de por sí es singular y representativa de su creador, y aquí es donde Coppola y su DP [el fallecido Harris Savides, a quien está dedicada la película] brillan al utilizar su carpeta de trucos completa, con el ingrediente adicional de adaptarla a las reglas de este universo dominado por la tecnología de la inmediatez y la gratificación instantánea: cantidad de información visual abrumadora, imágenes en collage, fotos que se suben de inmediato a Facebook, y el ADD que provoca que todo se vea como una televisión en la que se cambian los canales por segundo. Visualmente, es la película más ambiciosa de la carrera de Coppola: hay un plano general durante uno de los robos con un mise-en-scène salido de una de las películas por las Jacques Tati se hizo famoso [Playtime], en el que invita a la audiencia a que sea ella que edite la escena decidiendo dónde mirar.
Es difícil para un director adentrarse en un microcosmos tan singular como este y evitar romantizar o juzgar a sus personajes y sus circunstancias. Coppola va más allá, llegando a sugerir que el problema no son solamente los jovencitos retratados en su historia, sino nosotros como sociedad consumidora de cultura popular indiscriminadamente. La ubicuidad de esa cultura popular hace que tengamos a las celebridades más cerca que nunca de nosotros, al punto de enterarnos tanto de su día a día, que hablamos de ellos como gente cercana y los sentimos partes de nuestras vidas. La dirección y ubicación exacta de Paris Hilton está a sólo una búsqueda en Dlisted o TMZ.
Estos jóvenes no solo robaban por conseguir bienes de lujo, sino por el aburrimiento y el vacío con el que viven, y por el rush que provocaba el hecho de hacerlo. Lo hacían simplemente porque se puede. Una vez acumulan todas las cosas que sus ídolos poseen, sus vidas continúan igual de vacías y sinsentido que cuando no los tenían, lo que invita a pensar si la película no es solo un comentario sobre los que roban, sino también sobre las celebridades víctimas de los robos.
Esta es la era del YO ME MEREZCO, y The Bling Ring es una cápsula que la captura a la perfección para referencias futuras.
Otra película basada en hechos reales, pero con resultados diferentes a los de The Bling Ring es la segunda película que vi ayer –
Fruitvale Station [Ryan Coogler, 2013] – Sección Un Certain Regard
Como sucedió el año pasado con Beasts of the Southern Wild, Fruitvale Station -debut de su director Ryan Coogler- llega con todas las recomendaciones desde Sundance, donde fue la sensación tanto entre el público [ganó el Audience Award] como entre el jurado [ganó el Grand Jury Prize, mayor reconocimiento del festival].
Inspirada en el caso real de brutalidad policial cometida contra el joven de 22 años Oscar Grant, con todas las buenas intenciones de un director que quiere hacer demasiada reverencia a su historia y sus protagonistas, Coogler cae en la peor de las trampas que puede caer quien se escuda bajo el manto de que ESTÁ BASADA EN HECHOS REALES – romantización extrema, al punto de que la película termina siendo una presentación de simpatía de hora y media.
Rodada a modo de docudrama, a la película definitivamente le falta una pata: otro punto de vista que balancee la imagen de Grant y los hechos.
Harvey Weinstein, quien compró la película inmediatamente la vio en Sundance, estaba presente en el screening al que asistí. No solo empezó a aplaudir a rabiar cuando apareció en pantalla el logo de su estudio, sino que fue el primero en pararse a aplaudir en cuanto concluyó.
La honestidad de Coogler y la vehemencia y compromiso con los que cuenta su historia no se discuten, pero el resultado es un tearjerker televisivo que en las manos de Weinstein se convertirá en el vehículo Oscarbait del año.
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