Monday, May 20, 2013

Cannes 2013 – Día 4

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Lluvia otra vez.

Y no un aguacero de mayo cualquiera, sino del tipo que lo paraliza todo. Frío de 10°, ventarrones y aceras inundadas. Al principio me niego, pero debo sucumbir y comprar otra sombrilla china desechable a otro vendedor callejero marroquí. Ahora pude regatear, y me la dejó en 3 euros. Están comiendo con grasa con todas estas ventas excepcionales - uno de ellos me contó que ha llegado a vender hasta 30 en un solo día.

Aparte de la lluvia, algo que ha hecho todo más lento y molestoso es el reforzamiento de la seguridad en todas las áreas del Palais luego del incidente con el payaso de la granada falsa.

Los de seguridad, que en su gran mayoría de por sí tratan a todos [los rose et pastille y blancos también] como indigentes que vienen a robar su aire y a ennuyer con su presencia, ahora están más amables y delicados que nunca, susurrándote que abras tu maletín, y musitándote melodiosamente que le muestres tu credencial. Una mirada fulminante de alguno de ellos es suficiente para aterrorizar a algunos. Estar aquí es un privilegio, y hacértelo saber a cada instante es labor principal de muchos aquí.

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Como decía el otro día en Twitter, en Cannes hay dos mundos paralelos que ni de casualidad se tocan – el del lujo deslumbrante de las alfombras rojas y los afterparties en yates [a los que incluso muy pocos blancos y rose et pastille llegan], y el de los que tenemos que hacer cola de hasta dos horas bajo la lluvia, y que ello ni siquiera asegure la entrada a la proyección en cuestión, porque verán, el sistema de castas Cann-ino es más complejo de lo que pensaba. Al parecer, hay decenas de categorías jerárquicas adicionales de credenciales, todas ellas de colores misteriosos que te permiten el acceso a cualquier lugar y darle una buena dosis de shade a los infelices de la fila.

Mientras tanto, los que queremos asistir a la Salle Lumière y ver las películas en competencia en el aforo más grande y con la mejor pantalla, debemos hacerlo a las 8:30am en los pases de prensa, y estar al menos media hora antes para conseguir un buen lugar. Eso precisamente hice, conseguí un asiento perfecto, pero lamentablemente la película que me tocó ver sentado en él ameritaba más bien una tumbona para completar las 8 horas de sueño que tanta falta me hacen --

 

Jimmy P. [Arnaud Desplechin, 2013] – Sección Oficial en Competencia

Jimmy P.

Desplechin es otro consentido de Cannes, esta es ya su quinta visita. Lástima que la razón sea esta película en particular.

Para una sala con más de mil personas, la mayor parte de ella con un promedio de sueño de menos de 4 horas diarias, este tipo de cintas son el test de cabeceo por excelencia.

Un terapeuta experimental, interpretado tal vez con demasiado entusiasmo por Mathieu Amalric, trata de aplicar los principios del psicoanálisis de Freud a un nativo norteamericano fracturado por la guerra, interpretado tal vez con demasiada técnica y método por Benicio del Toro. La medicina tradicional no ha podido explicar los episodios de pánico y las pesadillas de Jimmy Picard, y aquí es donde entra el excéntrico Dr. Devereux a tratar de buscar su origen y causa, que a primera vista parecería ser el stress post-bélico, pero hay mucho más. Y en el proceso, estos dos personajes hablan. Y hablan. Y hablan.

Jimmy P. es una dramatización de hechos reales con todas las de la ley: bien ambientada, bien investigada, bien actuada, bien  dirigida. ¿Cuál es el problema entonces? Que no trasciende ese “bien”,  que es una película demasiado literal, en la que todo se siente al extremo estudiado y medido, lo que la reviste  de una frialdad académica que la hace distante y aburrida. Es como si Desplechin tuviese un checklist de cosas que presentar al relatar estos hechos, y los va tachando sin más mientras las va alcanzando.

A pesar del tema que se trata, no hay sentido de descubrimiento ni de erudición [que probablemente estaban en el guion, más no lo están en la pantalla], no hay sensación de peligro ni de que hay algo en juego [ídem], y cuando lo hay, está resuelto de forma tan convencional, que el resultado es un ejercicio didáctico de dos horas, al que solo falta un resumen al final haciendo compendio de todas las lecciones aprendidas. Ni rastro del Desplechin desenfadado y extravagante de siempre, él solo se hizo una camisa de fuerza a la medida.

La película más floja de toda la competencia hasta ahora.

 

Grand Central [Rebecca Zlotowski, 2013] – Sección Un Certain Regard

Grand CentralHay películas que parecen haberse hecho expresamente para explotar la presencia en pantalla de sus protagonistas. Esta es una de ellas.

Lo que por momentos parece ser una interpretación libre de la trama central de El Cartero Llama Dos Veces [para luego tomar otros rumbos], es partes iguales de relato erótico, y mirada inquisidora a las condiciones de vida y labores de un grupo de trabajadores en una planta nuclear. Estos hombres y mujeres parecen salidos de The Wages of Fear, dispuestos a tomar el trabajo más riesgoso que existe porque sus condiciones no les permiten aspirar a nada más.

La ubicación de la historia es definitivamente ilustrativa de la relación entre sus protagonistas, porque lo más nuclear aquí es la magnética presencia de Léa Seydoux y su química con Tahar Rahim. Ambos entablan una relación clandestina que cambiará la dinámica de la comunidad cuasi-hippie en la que viven.

Las implicaciones de este affaire invitan a un buen debate sobre los conflictos internos que surgen cuando se encuentran de frente la pasión y la emoción del descubrimiento de lo nuevo vs. la comodidad de la costumbre y el conformismo, al igual que los compromisos que se deben hacer al elegir una y otra.

Este tipo de cine, aparentemente tan fácil y simple, a veces no recibe el respeto y admiración que debería. Alcanzar este nivel de naturalidad tan orgánica y palpable no le sale a cualquiera.

Los que hablan de la escasez de mujeres dirigiendo, solo deben volcar su mirada al cine francés. Rebecca Zlotowski es una de sus exponentes más prometedoras.

 

Ain’t Them Bodies Saints [David Lowery, 2013] – Sección Semaine de la Critique

Aint Them Bodies SaintsHay homenajes calcados, y homenajes que internalizan la sensibilidad y la estética del homenajeado y la hacen suya, surgiendo una voz nueva en el proceso. La presente por suerte pertenece al segundo grupo. Alguien se estudió muy bien a Terrence Malick y Badlands.

Como dije ayer, las secciones paralelas del festival son una mina de gemas esperando ser descubiertas, y Ain't Them Bodies Saints es una de ellas.

Tuve el chance de verla en la sala Miramar, y presentes estuvieron su director David Lowery, y sus protagonistas, Rooney Mara y Casey Affleck. Concluida la película, escuché a Lowery decirle a uno de los organizadores de la Semaine de la Critique unas palabras que me llamaron mucho la atención: decía que en esta cinta quería retratar los pequeños momentos que ocurren en medio de los grandes momentos de dos vidas muy intensas. En este caso, las vidas son las de dos asaltabancos, uno atrapado, encerrado en prisión, y luego escapado, y  la otra es la mujer que espera con paciencia su reencuentro.

Lo comentarios que surgieron desde Sundance, donde la película fue sensación, no se equivocan. Las claves de Malick están ahí – la cadencia, los atardeceres, la música etérea y la conexión con la naturaleza, pero Lowery las aterriza en una historia de un género con códigos muy específicos y tan antiguo como el mismo cine.

Salvo las escenas de inicio y final, Ain’t Them Bodies Saints es exactamente sobre esos momentos intermedios de calma antes y después de la tormenta en la vida de un personaje que es componente esencial de la iconografía popular norteamericana: el outlaw, una figura romantizada y mítica, desde el clasicismo de Bonnie and Clyde, hasta el revisionismo posmo de Kit y Holly en Badlands.

El outlaw esta consciente que su verdugo es el tiempo, pues vive bajo tiempo prestado, y el manejo de las elipsis de esos tiempos es notable aquí. Se trata de una figura trágica y condenada a la destrucción, y Lowery retrata ese camino lento e inexorable al patíbulo de forma fascinante, logrando transformar en ritmo e imágenes, abstracciones como la ausencia y la añoranza por el pasado.

Es la mejor película vista en este día, y otra que va a la lista de las mejores en lo que va de festival.

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