“It was strange the audience was booing…I’ve been waiting for that for a long time!” – Lars von Trier.
Abucheos en Cannes, vómitos en Toronto, convulciones y desmayos en Nueva York. Esas han sido algunas de las reacciones del público en los festivales en los que se ha presentado Antichrist, el nuevo trabajo del provocateur extraordinaire danés Lars von Trier.
Llegué a Cannes tres días después de su presentación, pero hasta los choferes de autobuses [en Cannes TODO el mundo es cinéfilo] no hablaban de otra cosa. De todas las ocasiones en que von Trier había visitado la Croisette, ninguna había provocado reacciones tan fuertes.
En la infame rueda de prensa luego de la primera presentación, la cual muchos llamaron más entretenida que la misma película, un periodista inglés exigió indignado a von Trier que explicara qué lo había compelido a hacer una película tan reprensible. ¿Su respuesta? “Soy el mejor director del mundo.”
Además de los cuestionamientos por sus alegadamente gratuitas escenas de mutilaciones sangrientas y sexo explícito, la principal fuente de ataques hacia Antichrist es precisamente la misma que von Trier viene arrastrando desde que sorprendiera en el mismo Cannes con Breaking the Waves: su rampante misoginia.
Todas sus películas desde entonces se centran en un personaje femenino que deberá sufrir lo indecible, someterse a toda clase de humillaciones y maltratos, todo para alcanzar su redención y la de sus semejantes en un mundo cruel que se aprovecha de los más débiles. Desde Bjork en la genial Dancer in the Dark a Nicole Kidman en Dogville, sus heroínas han debido enfrentarse, frente y detrás de cámara, a todos los infortunios que el terrible von Trier pone en sus caminos.
Luego de trabajar con él, Bjork juró que jamás haría otra película, Catherine Deneuve se niega a hablar de su experiencia en Dancer in the Dark, Patricia Clarkson dijo que era un hombre perturbado con serios trastornos mentales, y Nicole Kidman se va por las ramas de la diplomacia cuando se le pregunta por qué no quiso trabajar nuevamente junto a él en Manderlay, secuela de Dogville. Se habla de que su propia esposa salió llorando desconsolada del estreno de Dogville en Cannes al sentirse demasiado identificada con en el personaje interpretado por Nicole Kidman.
Y como von Trier es un contestatario nato, Antichrist podría verse como una especie de [retrasada] respuesta a esas acusaciones. Más que misógina, se puede decir que Antichrist es una película sobre la misoginia, pero en el transcurso es imposible no notar a un realizador demasiado entusiasmado con su tema.
“La naturaleza es la iglesia de Satanás” dice el personaje de Charlotte Gainsbourg o su marido, interpretado por Willem Dafoe, en una escena. Esa naturaleza incluyendo también al cuerpo humano. Naturaleza y hombre [o mujer, en este caso] son uno.
Según el postulado de von Trier, Dios, o una fuerza superior positiva, nos crea, y luego nos suelta en el campo de juego controlado por la fuerza superior negativa opuesta. Como ineludiblemente pasamos a formar parte de esa naturaleza maligna, el libre albedrío no existe y todos terminamos siendo piezas de juego de ese ser maligno dentro de su “iglesia”.
El personaje de Gainsbourg, quien al igual que el de Dafoe no tiene nombre, se dedicó a escribir una tesis llamada “Gynocide” sobre este tema, basándose en el sufrimiento de la mujer a través de los siglos, pero al parecer, este sufrimiento no es del todo inmerecido. “La naturaleza provoca a la mujer a cometer actos terribles”, dice en otra escena.
Luego de la muerte accidental del hijo de ambos y pasar un mes confinada a un hospital psiquiátrico, el personaje de Dafoe, quien es psiquiatra terapeuta, propone que se marchen a la cabaña en el campo en la cual trabajó en su tesis. Este lugar, al que llamán Edén [primera alegoría cristiana], por alguna razón genera un terror paralizante al personaje de Gainsbourg. Dafoe piensa que la mejor manera de salir de su crisis emocional es enfrentando ese miedo en una serie de prácticas psiquiátricas supuestamente revolucionarias que terminan convirtiéndose en un juego perverso, en una especie de “sexorcismo”.
Antichrist es una película tan audaz y provocadora, tan la obra de un autor absolutamente entregado a una idea y una visión, que a primera vista es imposible no sentir respeto y admiración por ella. Pero a la vez, la idea central es tan disparatada y reduccionista, tan obvia en el sentido de ser exactamente lo que sus detractores esperarían como respuesta de un director acusado de sádico, misógino y perturbado, que es imposible tomarse todo lo que sucede en ella en serio y no verlo caer en la autoparodia. Cuando alguien se toma lo que está diciento con tal seriedad, sin el menor atisbo de ironía, es casi un hecho que caerá en momentos de hilaridad no intencional, como la ya infame escena en la que un zorro literalmente dice “Chaos Reigns!”.
El caos debe reinar para que el personaje de Dafoe, arrogante, y quien demuestra repetidamente que ve a su esposa como alguien inferior a él, entienda que sólo abrazando la irracionalidad de su mujer podrá sobrevivir en este mundo sin reglas en el que von Trier los ha colocado.
A través de sus estudios, el personaje de Gainsbourg termina internalizando toda una historia de cómo la mujer ha sido subyugada por el hombre a través de los tiempos, y con ello se convierte en la representación misma del mal que criticó en su tesis - una mujer castrante [¡literalmente!], histérica, que sólo es capaz de manifestarse a través de un deseo sexual enfermizo y destructivo, con el que von Trier se da gusto mostrando todo. Y así pretende que dejen de llamarlo misógino.
La alegoría religiosa es extensa, desde contratar a un actor como Dafoe que ya había interpretado a Jesucristo, al que en una escena vemos en un sepulcro con todo y piedra en la puerta y del cual sale resucitado, hasta la presencia de tres seres que es fácil deducir representan a los tres reyes magos, pero que en lugar de llegar a celebrar una nueva vida, llegan a anunciar la muerte literal y simbólica.
Lars von Trier ha sido comparado con Michael Haneke por mucho tiempo, las similitudes entre ambos son innegables. La diferencia principal entre ambos estriba en que aunque ambos exploran ideas muy afines en su cine, Haneke las presenta de forma mucho más compleja y madura, integradas de forma orgánica en su estructura narrativa, mientras von Trier a veces parece mucho más interesado en lanzar ideas e imagenes chocantes para provocar una reacción visceral en el espectador, ser chocante y provocador porque sí.
Von Trier se vanagloria de ser un provocateur, un revolucionario, el “mejor director del mundo” como dijo en Cannes, pero hay una diferencia abismal entre negarse a sucumbir por una convicción personal a los convencionalismos tanto morales como cinematográficos, y hacerlo sólo para conseguir notoriedad y dar de qué hablar.
En su subtexto, como todo el cine de von Trier, Antichrist es una película temáticamente rica, pero que para hallar esa riqueza demanda mucho, muchísimo de su audiencia. Lars von Trier se dispara a sí mismo en el pie desincentivando una lectura más profunda al crear una obra que más que una disertación seria, parece hecha con el propósito único de provocar, de transgredir, pero provocar horror y rechazo no es lo mismo que provocar reflexión.